La ansiedad no es solo “nervios” o “estrés”. Es una respuesta natural del cuerpo ante lo que percibe como amenaza. El problema aparece cuando esa alarma se mantiene encendida incluso sin peligro real, afectando la concentración, el descanso y las relaciones
Síntomas comunes
Reconocer los signos ayuda a actuar a tiempo. No todas las personas los viven igual, pero estos son los más frecuentes:
Físicos
- Palpitaciones o sensación de pecho apretado
- Tensión muscular o dolor de cuello y espalda
- Sudoración, temblores o mareos
- Dificultad para respirar o sensación de ahogo
- Problemas digestivos o nudo en el estómago
Mentales y emocionales
- Preocupación constante o pensamientos catastróficos
- Sensación de estar al límite o perder el control
- Irritabilidad o dificultad para concentrarse
- Necesidad de controlar todo o miedo a equivocarse
Conductuales
- Evitar situaciones o personas que generan ansiedad
- Revisar o repetir acciones para “asegurarse”
- Dormir poco o con sueño inquieto
- Buscar distracciones excesivas (pantallas, comida, trabajo)
Recomendaciones prácticas
No se trata de eliminar la ansiedad, sino de aprender a regularla.
1. Poner el cuerpo en calma
- Respirar lento: inhalar por la nariz contando 4, mantener 2, exhalar 6. Repetir varias veces.
- Moverse: caminar, estirarse o hacer ejercicios suaves. El movimiento libera tensión acumulada.
- Dormir lo suficiente y mantener horarios regulares.
2. Ordenar los pensamientos
- Escribir lo que preocupa y separar entre “cosas que puedo hacer algo” y “cosas que no dependen de mí”.
- Cuestionar los pensamientos extremos: ¿tengo pruebas de que eso pasará? ¿hay otras posibilidades?
- Practicar atención plena (mindfulness): notar lo que está ocurriendo aquí y ahora sin juzgar.
3. Cambiar el enfoque
- En lugar de evitar lo que da miedo, acercarse poco a poco y con apoyo.
- Recordar que sentir ansiedad no significa peligro real. Es una señal del cuerpo, no un fallo.
- Buscar contacto social y compartir lo que pasa. Hablar reduce la carga.
Consejos para el día a día
- Reduce cafeína y alcohol: aumentan la activación del sistema nervioso.
- Usa rutinas simples para organizar el día, sin llenarlo de tareas.
- Dedica momentos breves para desconectar (caminar, música, respirar).
- No midas tu progreso por “no sentir ansiedad”, sino por tu capacidad de seguir haciendo cosas a pesar de ella.
Cuándo pedir ayuda
Si la ansiedad interfiere con tu trabajo, tu sueño, tus relaciones o sientes que te sobrepasa, no estás solo. Un proceso terapéutico puede ayudarte a identificar las causas, aprender estrategias y recuperar el equilibrio emocional.
Recuerda: la ansiedad no es debilidad, es una señal que merece ser escuchada y atendida con respeto y herramientas adecuadas.






